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Las máquinas capaces de detectar si alguien es infiel, comete un delito o miente en una declaración judicial forman parte del imaginario colectivo gracias a múltiples películas, programas y realities. Mientras que algunos famosos como Cristina Ortiz, conocida como La Veneno, se han enfrentado a pruebas de polígrafo en la televisión, hay realities como Amor con fianza o El juego de tu vida que utilizan tecnologías para supuestamente detectar si los concursantes mienten. Este tipo de aparatos, que en teoría tendrían un enorme potencial en investigaciones criminales, han generado una gran controversia debido a sus tasas de error.
Todo el mundo miente. Algunos lo hacen sobre sus relaciones. Otros para ocultar algo, salir beneficiados o conseguir dinero. Aunque muchas falsedades son triviales, otras pueden tener efectos devastadores en la sociedad, el empleo, la justicia penal, la política, la salud pública e incluso la seguridad nacional, según recoge una investigación publicada en la revista Applied Cognitive Psychology.
Para los humanos, detectar mentiras resulta complicado. Normalmente lo hacen con una precisión del 54%, ya que suelen estar condicionados por un sesgo de verdad y tienden a juzgar a otras personas como veraces. Así lo indica el estudio citado, según el cual los agentes de policía y otros profesionales encargados de hacer juicios de credibilidad no lo hacen mucho mejor. En este caso, experimentan un sesgo de mentira que les lleva a pensar que otros mienten.
Ante la incapacidad de los humanos para detectar engaños, múltiples investigadores han intentado durante décadas crear soluciones tecnológicas capaces de hacerlo —aunque sin mucho éxito—. Lo primero a tener en cuenta es que existen muchos tipos diferentes de mentiras. Don Grubin, profesor de psiquiatría forense en la Universidad de Newcastle y experto en pruebas de polígrafo, subraya que no es lo mismo una mentira sobre un acto (“no estuve en ese restaurante”) que una sobre un hecho (“París es la capital de España”), una intención (iré a la fiesta) u otra que se emite por omisión (no decir un dato crítico).
“Dependiendo del tipo de mentira, existen dispositivos que aspiran a registrar cambios cerebrales o respuestas fisiológicas asociadas con el trabajo cognitivo y la prominencia asociada con el engaño”, afirma. Mientras que algunos aparatos tratan de registrar regiones cerebrales activas durante la mentira o cambios en el tamaño de la pupila, otros como los polígrafos evalúan el sistema nervioso autónomo. El experto considera que las promesas de muchas de las nuevas tecnologías para detectar engaños no están justificadas: “Se basan en investigaciones muy limitadas y más en el marketing que en la ciencia”.
¿Mienten los polígrafos?
Tampoco hay evidencias científicas de que los polígrafos puedan detectar mentiras con precisión, según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés). Algunos tribunales, entre ellos la Corte Suprema de Estados Unidos, han rechazado en varias ocasiones el uso de este tipo de pruebas debido a su falta de fiabilidad. Sin embargo, según la APA, este tipo de tecnologías a veces se usan en entornos no judiciales para valorar a trabajadores, evaluar la veracidad de lo que cuentan sospechosos y testigos y monitorizar a algunos delincuentes en libertad condicional. Por ejemplo, a personas condenadas por delitos sexuales.
Los instrumentos que se utilizan para realizar las pruebas de polígrafo normalmente evalúan tres indicadores: la frecuencia cardíaca o la presión arterial, la respiración y la conductividad de la piel. Para ello, se coloca un neumógrafo (un instrumento que registra los movimientos respiratorios) alrededor del pecho de la persona en cuestión. La actividad cardiovascular se monitoriza a través de un manguito de presión arterial y la conductividad de la piel se mide con unos electrodos colocados en las yemas de los dedos.
Estos aparatos han generado bastante controversia. Aunque varias investigaciones señalan que detectan el engaño mejor que el azar —con una precisión que alcanza el 85% en algunos casos—, aún presentan tasas de error significativas. “Lejos de ser perfectos, es una gran mejora con respecto a cómo las personas detectan engaños”, afirma Charles R. Honts, profesor de psicología en la Universidad Estatal de Boise y examinador de polígrafo.
Falta de fiabilidad
La principal limitación de estos instrumentos es que no hay evidencias científicas de que exista un único patrón de respuesta fisiológica asociado a la mentira. Tal y como indica la APA, “alguien honesto puede estar nervioso cuando dice la verdad y alguien deshonesto puede no estar ansioso”. “La idea de que podemos detectar la veracidad de una persona al monitorizar los cambios psicofisiológicos es más un mito que una realidad”, afirma el organismo.
A ello se suma el riesgo de que los examinados intenten manipular los resultados de estas pruebas. Algunas estrategias utilizadas para superar los exámenes de polígrafo pueden ser efectivas y difíciles de detectar, según una investigación publicada en Journal of Applied Psychology. Entre ellas, los autores mencionan morderse la lengua, presionar los dedos de los pies contra el suelo o contar hacia atrás de siete en siete. Además, según la APA, también pueden influir algunas intervenciones psicológicas previas para manipular las creencias de los individuos y el uso de agentes farmacológicos que alteran los patrones de excitación.
Aunque los polígrafos han sido promocionados por sus defensores como un triunfo de la ciencia, también tienen sus detractores. El psicólogo Leonard Saxe, profesor de la Universidad Brandeis y autor de varias investigaciones sobre polígrafos, asegura que no son medios válidos para detectar mentiras porque “la base científica es pobre”. Si se otorgara validez a este tipo de pruebas, los resultados erróneos podrían tener consecuencias devastadoras para las personas: hay quienes podrían ser despedidos de su trabajo, ver dañada su reputación o incluso acabar en la cárcel.
Para algunos expertos, resulta complicado imaginar un escenario en el que este tipo de tecnologías sean lo suficientemente precisas para usarse en situaciones críticas, como en juicios por asesinato o por terrorismo. Pese a ello, múltiples investigadores no cesan en sus esfuerzos para conseguirlo. Mientras que algunos buscan la clave para detectar mentiras en los músculos faciales, otros exploran los movimientos oculares, la temperatura de la cara o las palabras y los gestos del orador.
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