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Unas 20.000 toneladas de emisiones de CO2 al año, 350.000 metros cuadrados adicionales que calentar e iluminar y cientos de vehículos para trasladar a más de 3.000 personas y la renuncia a un ahorro de 114 millones de euros: son las cifras del viaje mensual de la Eurocámara a Francia para sus plenos, un gasto e impacto ambiental que la crisis energética vuelve a poner en cuestión.
El debate sobre la conveniencia de mantener esta sede resurge a menudo entre los miles de eurodiputados, asistentes, personal parlamentario, intérpretes y periodistas que viajan doce veces al año a Estrasburgo para cuatro días de trabajo en la sesión plenaria de la institución, la única función legislativa del Parlamento Europeo que se lleva a cabo en Francia.
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