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Zaragoza (EFE).- A José Cansado Lamata y a su hermano Antonio los mataron a finales de septiembre de 1936, “puede que los falangistas”, en el ribazo de un camino de Morata de Jalón (Zaragoza). En 1959 los sacaron sin permiso y los trasladaron a Cuelgamuros. Este lunes el nieto del primero, Paco, asiste desde la distancia a la exhumación de los cuerpos con el convencimiento que las heridas de ese golpe de Estado y la represión que generó han estado tapadas, pero “nunca se han cerrado”.
Este lunes han comenzado los trabajos forenses para exhumar a 128 víctimas del Valle de Cuelgamuros cuyos restos han reclamado sus familiares. Cansado reconoce en una conversación con Efe “con cierta alegría” pero pide “mucha cautela” hasta ver cómo los huesos de su abuelo son identificados gracias al ADN.
Entonces los llevarán a Ateca, al pueblo de donde salió José Cansado y donde en julio de 1936 era concejal, para enterrarlo allí. Dos de sus hijos, el padre de Paco, de 92 años, y su tío abuelo, de 100, podrán darle sepultura en el lugar que deseen.
Que un nuevo gobierno no las paralice
Teme, no obstante, que tras las elecciones, si hay un nuevo gobierno con la participación de Vox se puedan paralizar las exhumaciones y “quedarse a medias”.
Y no, no se trata de reabrir heridas de forma innecesaria, dice tajante, porque “las heridas nunca se han cerrado, es más, han estado abiertas, lo que pasa que han sido tapadas”.
Historias como la del abuelo de Paco están teñidas de dolor. Cuenta que lo metieron en un camión, con la excusa de que iba a declarar al juzgado de Zaragoza, pero nunca llegó. Junto con su hermano, al que le hicieron subir al vehículo precisamente por eso, por ser su hermano, y otras diez personas, fue asesinado en un camino y arrojado a una fosa que Paco Cansado elucubra que pudieron cavar ellos mismos.
Y explica que allí estuvo ese cuerpo hasta 1959 cuando su esposa comentó a sus hijos que habían sacado a su padre de ese lugar y que lo habían llevado a Cuelgamuros.
Una bolsita con los huesos de las manos
“Mi padre, dos o tres domingos después pasó por allí, quiso ir a ver la fosa; la encontró preguntando a los pastores. Estaba la tierra removida. Aún recogió algunos huesecillos pequeños, que parece que podían ser de manos o pies, y en una bolsita se los dio a su madre. Hasta que la mujer falleció los tuvo”, relata .
Desea que los restos completos sean exhumados ahora. Considera que “lo ideal” sería que sacaran de allí todos los cuerpos, menos los de quienes sus familias no lo soliciten.
¿Y el edificio? Paco Cansado no es partidario de “destruir todo” pero sí que hacer en el “algún tipo de centro expositivo” que explicara la Transición, la Guerra Civil, el golpe de Estado, la República.
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