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El presidente del Supremo y CGPJ llevó al ministro Félix Bolaños las condiciones del Partido Popular para renovar el Poder Judicial
“El Estado soy yo”, la frase atribuida a Luis XIV de Francia, el Rey Sol, puede ser apócrifa, pero lo que ya parece indudable es que para el presidente del Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, el “Poder Judicial soy yo”.
No se recuerda a nadie que intente exprimir tanto, como si fuese un limón, una amenaza de renuncia como la que profirió ante el corrillo de periodistas después de su discurso de apertura del año judicial el pasado 7 de septiembre. El pasado viernes 23, apretó fuerte el exprimidor y anunció que es él quien, en base a un informe encargado a los servicios del CGPJ, consagra que su sucesor, de manera “automática”, caso de dimitir, será el magistrado Francisco Marín Castán, presidente de la Sala Primera del Tribunal Supremo, el más antiguo de dicho órgano. Asimismo, informó desde el portal del CGPJ de que el lunes 26 (por ayer) llevaría a la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo dicho informe sucesorio.
A todo esto, al menos la mayoría de los 18 vocales compañeros de Lesmes – a excepción del llamado GAL (Grupo de Amigos de Lesmes) – ignoraban que el nuevo Rey Sol se había embarcado en el proceso sucesorio. Se suponía que, en todo caso, el presidente debería someter a consideración de los vocales, que le acompañan desde el 4 de diciembre de 2013 y que le eligieron para ser presidente, cualquier plan. Cuando uno dimite se acaba la milonga. No con Lesmes, que no ha presentado su renuncia. Amaga, pero lo que es dar, no todavía.
El nuevo paso anunciado el viernes tuvo lugar este lunes cuando Lesmes se reunió con los presidentes de sala del Supremo. Y les informó, antes que a «sus vocales”, sobre el plan preventivo de sucesión. Una reunión en la que, según fuentes consultadas por EL PERIÓDICO, diario que pertenece al grupo Prensa Ibérica al igual que este medio, nadie dijo esta boca es mía, y de la cual salió un comunicado.
La sala de gobierno, integrada por Lesmes y cinco magistrados, “toma conocimiento y comparte el informe del director del gabinete técnico del CGPJ”, en referencia a la sucesión de Lesmes. Señala la Sala, además, que “lamenta profundamente que el presidente al que respalda, pueda verse abocado a renunciar al cargo y aún confía en que el Congreso de los Diputados y el Senado cumplan sin más demora sus obligaciones constitucionales antes de llegar a este punto”.
Lesmes exhibe, pues, el respaldo de la sala de gobierno del Supremo y presentará como un hecho su sucesión por el magistrado Marín Castán el próximo jueves en el Pleno del CGPJ. Por cierto, Marín Castán ha estado presente en la reunión, y por lo que se ha sabido, acepta la designación ‘in pectore’.
Pero lo que Lesmes tenía que conseguir primero es el respaldo de sus compañeros vocales para que presida una persona, por más respetable que sea, que no ha sido elegida para dicho órgano del Estado. Lesmes pretende conseguir con esta sucesión dos cosas: nombrar a un magistrado conservador y, claro, conseguir que el sector no pierda un voto con su salida.
Porque en el único precedente, el de 2012, de sustitución del entonces presidente Carlos Dívar, los que se hicieron cargo de la presidencia del Supremo y del CGPJ, respectivamente, fueron dos magistrados: Juan Antonio Xiol, presidente de la Sala Primera, el más antiguo, fue designado presidente del TS, y Fernando de Rosa, el vicepresidente del CGPJ, se hizo con la presidencia. Pero ahora aplicar el mismo método suponía que el vocal más antiguo, Rafael Mozo, asumiera la presidencia. Y, claro, eso suponía un voto más para el sector progresista, al irse Lesmes.
Ahora bien, tras la jubilación de Ángel Juanes en octubre de 2019 en el cargo de vicepresidente del TS y CGPJ, ¿quién presidía la comisión permanente cuando Lesmes se ausentaba? Rafael Mozo, el vocal más antiguo. ¿Y el Pleno? Rafael Fernández Valverde, el más antiguo.
Pero ahora, Lesmes lanza a un paracaidista del Supremo (por cierto, quiere ser candidato a ser magistrado del TC) para presidir un órgano en el que votará sin ser vocal. Es decir: carece de legitimidad. “Solo se puede definir la maniobra de Lesmes como lo que es: un autogolpe”, señala una fuente judicial a este periódico.
Pero se dirá: hombre, Lesmes se la ha jugado, ha exigido el 7 de septiembre en su discurso de apertura del año judicial junto al rey Felipe VI y con Alberto Nuñez Feijóo, presidente del PP sentado frente a él, que la renovación del CGPJ se haga con la “legislación vigente” y sin “sucesivas condiciones”.
En efecto, no pudo decirlo más claro. Pero acto seguido, en su ronda de contactos con el portavoz de justicia del PP, Esteban González Pons, y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, se olvidó de lo que había señalado. Y le presentó a Bolaños el programa de condiciones del PP para renovar el CGPJ. “¿Con qué puntos no estáis de acuerdo?”, señala una fuente que le dijo al ministro. Bolaños no entró en el juego.
Es que tanto el repentino énfasis en la renovación del CGPJ por parte del sector conservador -ante la llegada a Madrid del comisario europeo Didier Reynders el próximo viernes- como el comunicado de la Sala de Gobierno del TS hacen “como si” olvidasen el verdadero problema: hay que nombrar ya los cuatro miembros para sustituir a los cuatro caducados, entre ellos el presidente y el vicepresidente del Tribunal Constitucional (Pedro González-Trevijano y Juan Antonio Xiol, respectivamente).
¿Por qué es prioritario?
Porque a partir del pasado 20 de junio, este CGPJ tiene facultad para hacer los nombramientos en el TC, facultad que el Gobierno había suspendido en la ley orgánica de 2021 para el CGPJ caducado desde el 4 de diciembre de 2013. Y porque aunque el Gobierno hiciera sus dos nombramientos, el presidente González-Trevijano, y el propio Lesmes, han transmitido a La Moncloa que no se les daría posesión si no se nombraba a los cuatro de manera coincidente en el tiempo.
A la crisis constitucional -el TC está vegetando- y del poder judicial -no renovación desde hace tres años y nueve meses- se une ahora la ingeniería de la sucesión de Lesmes. Esto termina, según ha dicho un fiscal a este diario, “como el rosario de la aurora”.
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